A estas voces volvió Sancho los ojos como de través, y dijo con otras mayores: ¿Por dicha hásele olvidado a vuestra merced como yo no soy caballero, o quiere que acabe de vomitar las entrañas que me quedaron de anoche? Guárdese su licor con todos los diablos, y déjeme a mí; y el acabar de decir ésto y el comenzar a beber todo fue uno; mas como al primer trago vió que era agua, no quiso pasar adelante, y rogó a Maritornes que se le trujese de vino; y así lo hizo ella de muy buena voluntad, y lo pagó de su mismo dinero, porque en efecto se dice de ella que, aunque estaba en aquel trato, tenía unas sombras y lejos de cristiana. Así como bebió Sancho, dió de los carcaños a su asno, y abriéndole la puerta de la venta de par en par, se salió della muy contento de no haber pagado nada, y de haber salido con su intención, aunque había sido a costa de sus acostumbrados fiadores, que eran sus espaldas. Verdad es que el ventero se quedó con sus alforjas en pago de lo que se le debía; mas Sancho no las echo menos, según salió turbado. Quiso el ventero atrancar bien la puerta así como le vió fuera; mas no lo consintieron los manteadores, que era gente que, aunque Don Quijote fuera verdaderamente de los caballeros andantes de la Tabla Redonda, no le estimaran en dos ardites.


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