Viendo, pues, el arriero a la lumbre del candil del ventero cual andaba su dama, dejando a Don Quijote, acudió a dalle el socorro necesario. Lo mismo hizo el ventero; pero con intención diferente, porque fue a castigar a la moza, creyendo sin duda que ella sola era la ocasión de toda aquella armonía. Y así como suele decirse, el gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda al palo, daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza y todos menudeaban con tanta priesa, que no daban punto de reposo; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil, y como quedaron a oscuras, dábanse tan sin compasión todos a bulto, que a do quiera que ponían la mano no dejaban cosa sana.


[seguir] [índex]