¡Oh en el reino de amor fieros tiranos celos! ponedme un hierro en estas manos. Dam, desdén, una torcida soga. ¡Mas ay de mí! que con cruel victoria vuestra memoria el sufrimiento ahoga.

Yo muero, en fin, y porque nunca espere, buen suceso en la muerte ni en la vida, pertinaz estaré en mi fantasía:


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