O ya en oscuros valles o en esquivas playas desnudas de contrato humano, o adonde el sol jamás mostró su lumbre, o entre la venenosa muchedumbre, de fieras que alimenta el Nislo llano:

Que puestos en los páramos desiertos los ecos roncos de mi mal inciertos suenen con tu rigor tan sin segundo, por privilegio de mis cortos hados serán llevados por el ancho mundo.


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