Bien es verdad que tal vez, Olalla, me has dado indicio que tienes de bronce el alma, y el blanco pecho de risco.

Más allá, entre sus reproches y honestísimos desvíos tal vez la esperanza muestra la orilla de su vestido. Abalánzase al señuelo mi fe que nunca ha podido ni menguar por no llamado ni crecer por escogido.


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